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Tras una semana de descanso, volvemos con un nuevo post de la sección «Conoce nuestras especies…» para presentaros a una espectacular ave.

¿Sabías qué el macho de Aguilucho lagunero se puede «camuflar» de hembra para poder entrar en el territorio de otros machos?

Información sobre Circus aeruginosus:

Longitud: 43-55 cm

Envergadura: 115-140 cm

Identificación: Rapaz de tamaño medio y aspecto bastante estilizado, aunque ciertamente más robusto que los restantes aguiluchos presentes en nuestra fauna, a los que también supera en envergadura. La especie presenta, como es habitual en otros miembros del género Circus, un acusado dimorfismo sexual, ya que la hembra es bastante mayor y más pesada que el macho, y ambos sexos exhiben plumajes muy diferentes. En el macho adulto predominan los tonos marrones en el dorso, aunque la cabeza y la nuca son amarillentas o ligeramente grisáceas y surcadas por finas estrías oscuras.  Las partes inferiores —especialmente a la altura de las patas y el bajo vientre— suelen adquirir un color rojizo, que va dando paso al crema o blanco sucio a medida que subimos hacia el pecho y la garganta, los cuales aparecen suavemente listados. Las rectrices y rémiges secundarias son grises; estas últimas describen una extensa banda alar, muy visible en vuelo. Ventralmente, las alas del macho son más bien claras —blancuzcas o de color gris pálido— y en ellas destacan fuertemente las negras rémiges primarias. Las hembras adultas, por su parte, resultan bastante más oscuras y menos contrastadas, en conjunto, que sus parejas, pues lucen un plumaje —tanto dorsal como ventralmente— dominado por los tonos pardoachocolatados, que en la cabeza, la garganta y los hombros son sustituidos por otros amarillentos o blanquecinos. Los ejemplares recién salidos del nido se parecen bastante a las hembras, aunque resultan más homogéneos y ligeramente más oscuros; además, solo presentan manchas más claras en la cabeza, la nuca y la garganta. Entre la librea juvenil y la de adulto existen varios plumajes de transición, que definen las diferentes edades del ave. Por otra parte, el aguilucho lagunero es una especie en la que no son infrecuentes los casos de melanismo y la aparición de diseños atípicos, lo que en ocasiones puede dificultar su identificación y propiciar las confusiones con especies de tamaño semejante.

Hábitat: El aguilucho lagunero se encuentra muy ligado a los humedales, en particular a aquellos que cuentan con extensas formaciones de carrizos, espadañas, eneas, juncos o masiegas, en los que instalar nidos y dormideros. No obstante, suele frecuentar también otros enclaves, sobre todo a la hora de cazar, como campos de cultivo, laderas con matorral ralo, pastizales o baldíos. No es infrecuente, tampoco, que algunas parejas se establezcan —como hacen otros aguiluchos— en grandes extensiones de cereal.

Alimentación: La dieta de esta rapaz resulta francamente variada e incluye todo tipo de pequeños y medianos vertebrados, que localiza tanto en el suelo como en el agua. Aunque presenta cierta variación estacional y geográfica —en función de la oferta local de presas—, en nuestro país su alimentación se basa, principalmente, en pequeños mamíferos (sobre todo roedores y conejos) y aves (tanto adultos como pollos de especies palustres y terrestres), así como reptiles y, en menor medida, anfibios, peces, grandes insectos y huevos. Es frecuente que consuma algo de carroña, especialmente si las presas habituales escasean.

Desplazamientos: Se trata de una especie residente en la Península, donde recala también un importante flujo de migrantes originarios de Centroeuropa y los países nórdicos, una parte de los cuales permanece entre nosotros todo el invierno, en tanto que otra continúa su periplo migratorio hasta cruzar el estrecho de Gibraltar entre septiembre y la primera quincena de octubre. Las aves que acuden para invernar se instalan, preferentemente, en grandes humedales del sur y este de la Península, territorios que abandonarán al comienzo de la primavera. El paso prenupcial se inicia en las áreas de invernada africanas hacia febrero o marzo, por lo que los aguiluchos que en otoño cruzaron el Estrecho pasan de nuevo por Gibraltar a lo largo de marzo; en abril recorren la Península y se establecen —antes los machos que las hembras— en sus respectivos lugares de cría. Durante la estación invernal, los laguneros constituyen dormideros comunales —algunos muy concurridos—, que instalan entre la vegetación palustre de ciertos humedales, a los que acuden puntualmente cada atardecer.

Reproducción: El periodo de celo del lagunero puede comenzar a finales del invierno y consiste en una elaborada danza aérea, en la que participan ambos miembros de la pareja, que sirve para afirmar sus lazos y remarcar la posesión del territorio. Algo más tarde —normalmente en los inicios de la primavera—, la hembra construye un desordenado nido a base de tallos de vegetación palustre y pequeñas ramas, que será tanto más voluminoso cuanto más directamente sobre el agua se encuentre. En estas plataformas tiene lugar —entre abril y mayo— la puesta de los huevos (de tres a ocho), que son de un color blanco verdoso o azulado, a veces moteados de rojizo. La incubación requiere 31-38 días y la lleva a cabo fundamentalmente la hembra, mientras el macho se ocupa de la obtención de alimento y de la defensa del territorio. Los pollos son atendidos también por la hembra, que permanece largo tiempo en la plataforma troceando las presas aportadas por el macho, si bien, cuando los pollos adquieren cierto tamaño, se une a su compañero en la obtención de alimento. El desarrollo de los jóvenes laguneros se completa en 35-40 días. Estos permanecen con sus padres un par de semanas más, transcurridas las cuales se dispersan.

Amenazas y conservación: La destrucción o alteración del hábitat (desecaciones, roturaciones, contaminación, etc.) representa la principal amenaza para esta rapaz; asimismo, las transformaciones agrícolas y el uso de pesticidas la afectan muy negativamente, al actuar sobre sus principales cazaderos y reducir la disponibilidad de presas. Por otro lado, supone un riesgo evidente la gran concentración de parejas reproductoras en unos pocos enclaves con óptimas condiciones de hábitat, ya que cualquier alteración de estos perjudicaría a una parte importante de la población. Otros peligros a que se expone son la contaminación por plomo, que afecta a un buen número de ejemplares, la caza ilegal y el expolio de nidos, prácticas todavía no completamente erradicadas.

Fuente: Seo bird/life

Foto: Mike Pope 2012

¡Hasta otra nueva entrega!

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